Nos disponemos a comenzar el mes de septiembre y, por lo tanto, un nuevo curso. Para el cristiano el paso del tiempo no es un repetirse cíclico y monótono de estaciones, de días y de horas. Esta concepción del tiempo provoca un cierto sentido de pesimismo y cansancio: “otra vez a empezar…¡qué pereza!”.
Para nosotros el tiempo es una flecha que nos lleva hacia el encuentro definitivo con Dios, un camino derecho que se dirige hacia la salvación y la vida eterna, un regalo de Dios que siempre es nuevo e ilusionante. En resumen, para el cristiano, el tiempo es una oportunidad valiosa que Dios le ha dado para vivir en sintonía con su plan de salvación, lo que implica una vida donde se valore especialmente el momento presente, sin agobios por el pasado ni preocupaciones innecesarias por el futuro: “No os inquietéis, pues, por el mañana, porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes” (Mt 6, 34). En lugar de preocuparnos por los acontecimientos del provenir, o de perdernos en inútiles lamentaciones del pasado, debemos concentrar toda nuestra atención en el día presente, el que el Señor nos regala cada vez que amanecemos, descubrir el valor humano y divino de cada día: “a cada día le basta su afán”, nos recuerda también el Señor.
Admiremos el valor de cada día. Cada día es un pensamiento nuevo de Dios sobre nosotros y una nueva etapa que nos conduce hacia Él. Por eso, un buen propósito para este nuevo curso puede ser hacer cada día lo que tenemos que hacer, con presencia de Dios y cariño humano, y hacer a los demás, especialmente a los que Dios ha querido poner a nuestro lado, un poco de bien.
En las próximas fechas iremos poniendo en marcha las diversas actividades apostólicas que desde nuestra Parroquia ofrecemos a todos, como medios que nos ayuden a recorrer con confianza y sin pesimismos este camino de la vida, que es camino de salvación. Bienvenidos todos de nuevo a vuestra casa, que es la Parroquia, después de estos días de descanso merecido. Con fuerzas repuestas vamos a comenzar juntos un nuevo curso, poniéndolo desde el primer momento en manos del Señor.
Antonio Fernández Ferrero
Párroco