“El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando haremos memoria de su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y a los muertos»” (Papa Francisco, Ángelus 3-XII-2017
El Tiempo de Adviento se caracteriza por inaugurar el año litúrgico, “en él la Iglesia marca el curso del tiempo con la celebración de los principales acontecimientos de la vida de Jesús y de la historia de la salvación” (Papa Francisco, Ángelus 29-XI-2020). Tiene una duración de cuatro semanas y comienza con las primeras vísperas del domingo más próximo al 30 de noviembre hasta las primeras vísperas del 25 de diciembre. En este periodo se comprenden los cuatro domingos previos a la Navidad. “Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a despojarnos de una forma de vida resignada y rutinaria y a salir alimentando esperanzas, alimentando sueños para un futuro nuevo” (Papa Francisco Ángelus, 2-XII-2018).
El periodo está dividido en dos partes que subrayan una verdad de fe importante cada una. La primera se extiende hasta el 16 de diciembre y se centra en evocar la segunda venida del Mesías. La segunda parte se desarrolla entre el 17 y el 24 de diciembre y se ordena a preparar la Navidad de modo más próximo. De este modo la Iglesia ayuda a sus fieles a recordar y reflexionar en “Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar”(Misal Romano. Prefacio de Adviento).
La Iglesia
empezó a partir del siglo IV a vivir el Adviento como un tiempo distinto al
resto del año litúrgico. Se inició en Hispania y las Galias como preparación
ascética y penitencial para las fiestas de Navidad.
Desde el concilio de Zaragoza del año 380
se estableció que los fieles debían asistir diariamente a las celebraciones
eclesiales desde el 17 de diciembre hasta el 6 de enero. La tónica común de
este tiempo era la ascesis, la oración y las reuniones frecuentes. Estas
prácticas fueron variando según las distintas iglesias de las Galias, Milán,
Hispania e Inglaterra hasta que en el siglo VI se introdujo en la liturgia
romana un periodo de Adviento que duraba seis semanas, que luego el Papa san
Gregorio Magno redujo a cuatro semanas.
El Adviento romano fue adquiriendo mayor
significado con el tiempo de modo que, además de preparación para el nacimiento
del Señor, es también tiempo de esperanza gozosa de su retorno al final de los
tiempos.