Comentario diario

Jueves XV T.O.

Confieso que soy un desastre para los nombres. Son tantas las meteduras de pata a lo largo de los años que me he visto obligado a exponer esta contingencia personal a quienes conozco de nuevas y preveo un trato frecuente. Constato que a mucha gente no le sienta bien que le cambien de nombre. Y mucho menos en el bautizo o el funeral… porque el cura es un desastre (¡ay madre, qué riesgos se corren!).

Lo característico de la Revelación del antiguo testamento es que Dios tiene nombre: es Alguien a quien Moisés y los profetas y otras muchas personas conocen y le tratan. De igual modo que cuando conoces a una persona nueva te interesa sobre todo cómo se llama, hoy el Señor revela su nombre a Moisés: YHWH.

No, no me he equivocado: el original hebreo es así de parco en vocales. Se denomina de modo lingüístico como «cuatro-letras» o «cuatroletrario» (en griego «tetragrammaton»). Las vocales son de libre elección: puede ser YaHWeH, o bien YeHoWaH. En el mundo hebreo no se pronuncia el nombre divino YHWH como muestra de respeto y veneración. Por esa razón se introdujeron las vocales: para no citar nunca su nombre de modo directo.

Siendo algo importante conocer cómo se llama Dios, con Jesucristo se da el paso definitivo: no sólo conocemos su nombre, sino que ahora tiene rostro. De este modo, la Revelación divina llega a su plenitud. ¡Jesús es nuestro nombre favorito porque Él es Dios, tiene rostro, hablamos con Él, le escuchamos, nos salva y nos llena de paz!

 

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